«Resistencia y lucha de mujeres en dictadura»  (Extracto)

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A 40 años del Golpe de Estado, la memoria histórica es todavía un campo de tensiones, reinterpretaciones y búsquedas por la verdad. Es necesario rescatar el proceso de resistencia de las mujeres ante la violencia institucional e institucionalizada, sus luchas y su trabajo por alcanzar la democracia.
Septiembre llegó con todo. Las historias de luchas y resistencias de miles de chilenos/as remecieron a buena parte de la sociedad, incluso más allá de nuestras fronteras. La conmemoración de los 40 años del Golpe de Estado se tiñó de un matiz distinto, porque «hoy nadie puede negar la historia reciente de Chile».

Observamos a una ciudadanía ávida de verdad y justicia, aquella que han demandado por años los familiares de las víctimas de la dictadura cívico-militar de Pinochet. La misma que han hecho suya abogados/as de derechos humanos, críticos del actuar de magistrados que nunca se pusieron en el lugar de las víctimas y de la constante negación de justicia. El reconocimiento de una historia insoslayable.

Sin embargo, la historia de un país que se resiste a la memoria no termina con los llamados al perdón o dar vuelta la página. Tampoco con la forzada reconciliación. Se reconocen las señas entregadas, que por mucho tiempo estuvieron ausentes, pero que aún son insuficientes. Insistimos, se requiere verdad y justicia para alcanzar la reconciliación de un Chile que se fracturó y que aún no sana sus heridas.

En esta historia sabemos el rol importante de las mujeres y sus resistencias en dictadura.
Aquellas que –obligadas- tuvieron que partir al exilio, las que se quedaron y se organizaron en poblaciones, en organizaciones sociales, las que salieron a la calle, las que fueron torturadas, las feministas que nos dijeron «es posible alcanzar la democracia», las pobladoras y aquellas que desde la Iglesia protegieron a los más vulnerables. Y tantas otras.

La memoria sigue siendo un campo de tensiones y búsquedas de la verdad. El reciente anuncio del Presidente Sebastián Piñera de cerrar el polémico penal Codillera, recinto penitenciario que albergaba a los violadores de derechos humanos, para trasladar a los 10 condenados contra crímenes de lesa humanidad a Punta Peuco en Til Til, causó sorpresa. Se valoró que un Gobierno que cuenta con responsables civiles en su gabinete haya adoptado dicha medida.

A 40 años del Golpe de Estado, las mujeres siguen en resistencia y nos comparten sus testimonios, sus historias, las que guardaron por mucho tiempo, las que son parte de su proceso de reparación. Es su trabajo por alcanzar la democracia. Esos testimonios han sido recogidos por el Observatorio de Género y Equidad, porque sabemos que no es una cuestión de semántica, porque Chile el 11 de septiembre no asistió a un pronunciamiento militar, al contrario, fue un Golpe de Estado que se transformó en 17 años de una cruenta dictadura cívico militar. Compartimos sus historias.

Karoline Mayer. Directora de la Fundación Cristo Vive

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¿En qué estaba Ud. al momento del Golpe Militar?
Llegué a Chile el año ’69 y me dediqué a trabajar con la gente. Compartir su vida, conocer su sentir, su manera de vivir, su dignidad, sus aspiraciones y esperanzas. Pensar que, en todo, que en algún momento Chile sería distinto, donde el pueblo dejara de estar marginado, que eran casi inquilinos en la sociedad. En los años ’60 se había despertado esta esperanza y se hablaba de justicia social. Clotario Blest había organizado la Central Única de Trabajadores, CUT y luchaba por los derechos de los trabajadores. Veía que las familias jóvenes buscaban un futuro de igualdad para sus hijos, dentro del país.

En un comienzo, me costó muchísimo entender lo que era el sentir de este Chile profundo. En el año ’71 viviendo con ellos y trabajando en la Población la Toma Áreas Verdes, sentí que el pueblo me abría el corazón y me dejó participar en todo lo que pasaba dentro; en sus organizaciones, manera de vivir y la construcción de un país. Las comunidades cristianas de base que habían nacido en este tiempo (entre el ’70 – ´73) después del Concilio en la iglesia, cumplían un rol importante.

Sin embargo, antes del Golpe de Estado había conflictos con mi Congregación, preocupación por lo que se venía. Porque de verdad es que muchas veces prioricé atender a un enfermo que responder a una realidad del Convento, por ello vivía en la población de Tomás Moro. Sin embargo, personas importantes decidieron que debía irme del país porque era conflictiva y porque, en un momento que el Presidente Salvador Allende nos había visitado, aparecí con él en el diario. Existió un temor en que la gente de la iglesia se volviera marxista o roja. Mi congregación me mandó de vuelta a Alemania, eso fue en marzo de 1973, antes del Golpe.

Me costó mucho irme, sabía que la gente me necesitaba en el país. Grité en el avión de dolor, porque sentí lo que iba a venir. Pese a que siempre hubo hostilidades, para mí era importante la armonía entre nuestro pueblo y las otras clases sociales. Me pude identificar con ambos lados, porque he vivido ambas situaciones de vida. Me dolía muchísimo y mi preocupación era abandonar a los pobres. Era un pueblo donde se gestaba algo como una nube oscura y amenazante. Había prometido, como misionera, que nunca más los abandonaríamos, porque sentía que la iglesia había tomado la decisión de estar con los pobres.

Mis compañeras con las que trabajé me escribían todas las semanas y me informaban de lo que pasaba en el país. Se me comunicó el mismo 11 de septiembre el Golpe de Estado en Chile y perdí comunicación. Pronto recibí las primeras cartas donde supe de la muerte de un amigo muy querido, Miguel Woodward en Valparaíso. Con Miguel había vivido tres meses en Calera en el año ´72. También mi compañera de la población me informaba que iba al funeral de John Alsina, acusado de francotirador, sabiendo que era un hombre de manos limpias.

Hubo un allanamiento del jardín infantil que levantamos en la población Alberto Hurtado. Todo esto ocurría mientras estaba afuera del país, con una impotencia de no poder ayudar en nada, comunicarme con los amigos, orar y trata de hacer algo por Chile.

Pronto supe las noticias de Helmunt Frenz quien estaba hablando con la prensa europea y a mí me importaban las noticias verídicas, digamos auténticas, no era fácil acceder a ellas. Hice un esfuerzo por lograr, lo antes posible, conquistar la voluntad de la congregación para que me permitiera regresar a Chile. Estaba en la lista negra y sabía que eso no podía ser posible porque había trabajado con las conciencias y autoestima de la gente. No había estado en ningún partido o asamblea política, de alguna tendencia, entonces por sentido común no podían tener argumentos contra mí. En esto me afirmé y el 18 de diciembre de 1973 retorné a Chile, momento en que terminaba los votos que había hecho para siempre en la Congregación y dejé la orden. Regresé con mucho miedo, porque la angustia es hasta el final, porque escuchaba las noticias de curas que habían tenido problemas y uno está en suspenso, en el avión me comía las uñas de los dedos en la confianza que Dios me permitiera entrar sin problemas. Lo único que quería era demostrar a la gente que no los íbamos a abandonar.

Ahora, por supuesto me encontré con un país distinto, con toque de queda, había tomado contacto con el Arzobispo Cardenal Raúl Silva Henríquez avisando mi regreso y los deseos de formar una pequeña comunidad religiosa, porque dejando la congregación no dejé la vida religiosa, entonces era encontrar una fórmula chilena para continuar en una comunidad. El Cardenal aceptó. El Obispo Sergio Valech y el Vicario Episcopal Juan Castro me apoyaron en un momento hostil, porque era regresar como intrusa, ya no con hábito y formar una pequeña comunidad con las personas que había trabajando antes, entre ellas Maruja Jofré, mi compañera de la vida religiosa que llevamos siempre en población.

Se encuentra con un Chile distinto ¿qué acciones vienen?

La primera cosa es estar con la gente y continuar el trabajo misionero en el sentido de las comunidades cristianas de base. Tuvimos que cambiar los horarios de nuestras reuniones, por el miedo que pudieran venir a denunciarnos como un grupo político.

¿Dónde ocurría todo eso?

En la población, cerca de la calle Alberto Hurtado. Ahí habíamos construido un jardín infantil que fue visitado por Allende. Había asumido un compromiso con la población Ángela Davis, que era una toma en Recoleta, una de las tomas más grandes del año ’70, con 1.700 familias, con un jardín infantil y antes de salir del país lo habíamos formalizado y funcionaba. Me sentía responsable, porque había impulsado con los pobladores de la toma esta iniciativa de auto ayuda para las mamás que no trabajaban y atendían a los niños de las mamás que salían a trabajar como empleadas.

A las pocas semanas me enfrentaba con personas que estuvieron con problemas de persecución concreta, que necesitaban ser escondidos, protegidos y necesitaban auxilios en todos los derechos humanos. Me encontré con el Comité Pro Paz (bendito sea Dios), me había inscrito en la Universidad de Chile para terminar mis estudios en medicina –antes había estudiado enfermería y recibido en ´72- ingresé mis papeles para revalidar lo que faltaba y pensé que podía compatibilizar el trabajo de la población con el estudio, para terminar así mi vocación más profunda. Sin embargo, empezaron a perseguir a la gente y había que auxiliarla. Tuve que optar, me pregunté «¿me la podré, estudiar y hacer este trabajo de servicio a la gente en situación de expuesta a perder la vida?». A esas alturas conocía algunas personas que habían muerto, habían desaparecido y estaban presas. Renuncié en el ´74 a los estudios y así sucesivamente, porque pensé que la dictadura duraría pocos años, que llegaría la democracia, que podría terminar mis estudios y no fue así.

El Cardenal me pidió si podía asumir el trabajo pastoral en la Población Ángela Davis, había vivido en Avenida Colón, zona de barrio alto, pero me mandó a esta llanura que eran 1.700 casitas, mediaguas y otras tantas miserias. Formamos en la población una comunidad cristiana. El jardín infantil que habíamos iniciado no tenía ni piso, atendíamos a los bebés que las madres dejaban porque necesitaban trabajar y conseguir alimentación. Me pasaron cosas maravillosas, tuve mucha ayuda. Por ejemplo, conocí al Coronel Osvaldo Pulgar que era el Director de ONEMI, ellos tenían toneladas de alimento precocido que había llegado unas semanas antes del golpe desde la RDA para el pueblo chileno y él me regaló camiones de comida. Conseguí con unos amigos de un diario alemán que nos regalaran dinero para poder tener agua potable. Estábamos conectados ilegalmente a la luz. Me atreví incluso a hablar con la Junta Nacional de Jardines Infantiles, porque antes de irme había conversado con ellos, para la alimentación. Conseguí que nos pagaran una educadora y una técnica. También los pobladores me regalaron mi casita, una mediagua.

¿Todo transcurría en la población Ángela Davis?

Si, como decían los pobladores, consiguieron dos paneles más para tener la casa más grande e instalé el policlínico en mi casa, donde había una camilla, farmacia, porque conseguí que me donaran muestras médicas. Formamos a pobladores, que sabían leer y escribir, para que aprendieran primeros auxilios. No teníamos consultorio y este trabajo era diario. Incluso un día me denunciaron por ejercicio ilegal de la profesión.

¿Denuncia de quien?

Desde el año ´76 había un agente frente a mi casa, que me vigilaba, de la DINA y después de la CNI. Esto me lo confirmó un poblador. Pese a la denuncia había una fila de 70 personas que esperaban atención, un par de voluntarios que tomaban la presión y yo atendía. Había personas que me decían con prepotencia que tenía medicamentos vencidos. Me pidieron que hiciera una solicitud formal para tener un Policlínico, pese a que no obtendría la autoridad porque me lo habían advertido, tendría los papeles de la gestión.

¿En años tan duros era mucho el miedo?

La gente tenía un miedo atroz. Es bien raro lo que te voy a decir, mi gran miedo era que me echaran del país, más que mi muerte. Sabía que si me torturaban no me sacarían nada, uno tiene un entrenamiento espiritual muy profundo. Tenía una fragilidad, en la noche en el sueño hablaba y ese era mi temor, que me sacaran información durmiendo. El miedo a que me echaran del país se mantuvo mucho tiempo.

En el Museo de la Memoria hay una acusación firmada por Lucia Hiriart de Pinochet. Sabía que me había denunciado porque fue a visitar dos veces la población, quería trabajar conmigo, pero le dije que necesitaba más gente, más apoyo y me mandó a Manuel Contreras a la casa, luego estuve presa, aunque me tuvieron que soltar luego. La embajada alemana y el Cardenal Silva Henríquez apoyaron mi libertad.

Teníamos todo funcionado, a 150 personas y pobladores contratados por la Fundación MISSIO, me sentía responsable por esta gente. Quizá tiene que ver con mi historia, nací el año ´43 y aprendí de mi familia. Mis abuelos habían estado en la resistencia contra Hitler y un poco lo que había aprendido era entonces importante para Chile. A los alemanes nos faltó coraje civil como herramienta de resistencia. Esa ha sido la forma de trabajo que hemos tenido, y nos atrevimos a enfrentar el argumento de los militares con las manos limpias, y es hacer acciones para mostrar resistencia, decirles que ustedes son hijos del pueblo, cómo van a estar en contra de su pueblo, es fuerte.

Pertenecí al Movimiento Sebastián Acevedo, no desde sus inicios, entré más tarde. Mi tarea estaba de Secretaria Ejecutiva de la Fundación MISSIO, entonces había temor si me tomaban detenida por quién haría el trabajo. Estuve en el Movimiento con Mariano Puga, José Aldunate, una cantidad de personas que eran realmente maravillosas, compañeros de trabajo que me ayudaron en la logística para hacer lo que tenía que hacer.

¿Pensó que iba a ser tan larga la dictadura?

Nunca. Hitler duro 12 años y esto era sin fin, era muy difícil salir del túnel y realmente su éxito es que duró muchos años. Siempre me preguntan ¿Por qué la gente no se recuperaba del susto de la dictadura? Hace tres años atrás, unos jóvenes hicieron un estudio para tesis de grado y les preguntaron a los alumnos por qué no se inscribían en partidos y los jóvenes, en un número importante, contestaron que no participaban en política porque sus padres habían sido castigados muy duramente. La dictadura fue hace muchos años, pero todavía tiene un eco, eso no lo hubiera creído nunca.

En el año ´78 dejé la conducción de la MISSIO con la ilusión de volver a mi proyecto inicial, de organización popular y que la gente en sus Juntas de Vecinos, la comunidad, diera respuesta a sus necesidades, como lo había hecho en el ´69, porque asumiendo responsabilidad la gente crece. Me di cuenta el año ´89-´90 que toda la formación comunitaria, toda la organización popular estaba destruida. Había miedo a organizarse, miedo en libertad y la gente estaba como un hielo hasta el día de hoy. Esto va junto con un permanente impacto del individualismo, no hay nada que mover. El sistema neoliberal instaló un país individualista.

A 40 años del Golpe de Estado ¿Es posible hablar de perdón o dar vuelta la página?

La iglesia ha trabajado por la reconciliación, por la verdad, el pedir perdón y reparar hasta donde se pueda. Un país sin reconciliación no puede liberarse. Escuché a alguien en la televisión, que tenía 16 años al momento de la dictadura, y reconocía que no había abierto su corazón para escuchar lo que pasó en el país, que si bien no había hecho nada malo, tampoco le dijo a los militares o a quien sea, esto no se debe hacer. Sí escuché al senador Hernán Larraín en su pedir perdón, le tengo un tremendo respeto.

Es realmente dramático, pero es mirar la vida en otras dimensiones. Siento que a 40 años hay mucho por reflexionar. Necesitamos una Asamblea Constituyente, porque no podemos remitirnos a dar legitimidad a una constitución que fue impuesta en el año 80 y que nos rige. Falta coraje civil, con manos limpias, con participación de ricos y pobres, necesitamos que nuestras izquierdas dialoguen. No necesitamos una capucha para esconder caras, necesitamos caras limpias, vernos unos con otros.

Tomado de: observatoriogeneroyliderazgo.cl
Por Fabiola Gutiérrez, periodista del Observatorio de Género y Equidad

Un comentario en “«Resistencia y lucha de mujeres en dictadura»  (Extracto)

  1. Reblogueó esto en HIJXS . VOCESy comentado:
    En esta historia sabemos el rol importante de las mujeres y sus resistencias en dictadura.
    Aquellas que –obligadas- tuvieron que partir al exilio, las que se quedaron y se organizaron en poblaciones, en organizaciones sociales, las que salieron a la calle, las que fueron torturadas, las feministas que nos dijeron “es posible alcanzar la democracia”, las pobladoras y aquellas que desde la Iglesia protegieron a los más vulnerables. Y tantas otras.

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