El fragmento de hueso que trajo de regreso a un detenido desaparecido

La historia de la búsqueda de Juan José Montiglio Murúa, uno de los jefes del Grupo de Amigos Personales (GAP) del ex Presidente Salvador Allende. Pese a todos los intentos de los servicios de represión de Augusto Pinochet para borrarlo de la historia, la tierra no permitió que desapareciera y 44 años después, reveló la verdad para decirle al mundo que los crímenes no se pueden ocultar para siempre.

Las nubes no tienen intención de abrirse. Cierran de forma espesa el cielo de una fría mañana en Santiago. Es 6 de mayo de 2017 y a las afueras del Servicio Médico Legal en Avenida La Paz hay un grupo de personas esperando reencontrarse con los restos del que fuera uno de sus grandes compañeros. En una mesa de la morgue los espera un pequeño y seco fragmento óseo. Es lo que quedó de Juan José Montiglio Murúa, uno de los jefes del Grupo de Amigos Personales (GAP) del ex Presidente Salvador Allende.

Ese hueso no mide más de diez centímetros. El fragmento de un cuerpo que se negó a desaparecer, a pesar de todos los intentos de los servicios de represión de Augusto Pinochet para borrarlo de la historia. No bastaron las torturas y las humillaciones, ni que lo dinamitaran con granadas en una fosa luego de fusilarlo. La tierra no permitió que desapareciera y, 44 años después, reveló la verdad para decirle al mundo que los crímenes no se pueden ocultar para siempre.

De un joven estudiante a jefe del GAP

A comienzos de los años 70, Juan José Montiglio era un joven estudiante de Biología del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y militante del Partido Socialista. El 23 de noviembre de 1970, a la edad de 21 años y dos días antes de que naciera su primer hijo, ingresó oficialmente al grupo de seguridad de Salvador Allende, bajo la chapa de “Aníbal Salcedo”.

Era uno de los más jóvenes entre sus compañeros del GAP. Sus cercanos recuerdan que solía ponerse un bigote para verse más viejo. “Parecía un niño chico con bigote”, dice Manuel Cortés, alias “Patán”, uno de sus compañeros del dispositivo de seguridad.

Aunque oficialmente Domingo Blanco Tarrés era el jefe máximo del GAP, la personalidad y entereza de Montiglio lo llevaron a muy corta edad a convertirse en el líder natural del aparato de seguridad. Él fue uno de los que luchó hasta el final junto al Presidente ese frío martes 11 de septiembre de 1973, mientras La Moneda era bombardeada por las Fuerzas Armadas golpistas.

“No me hago la idea de que haya estado como un súper hombre en La Moneda ese día. Debió haber tenido miedo como cualquier ser humano. Ser atacado tan brutalmente, y sin embargo aguantó el chaparrón y estuvo ahí y no se achicó”, dice su compañera Rina Belvederessi, mientras el hueso del talón que se logró identificar está sobre un mantel blanco que oculta la frialdad de la camilla del Servicio Médico Legal.

Tras la muerte de Allende, Montiglio fue tomado prisionero y llevado junto a otras 24 personas al Regimiento Tacna, a 15 cuadras del Palacio de Gobierno que aún seguía incendiándose, dejando en cenizas una de las democracias más estables de América Latina.

En el Tacna los prisioneros fueron obligados a arrastrarse hincados y tenderse boca abajo con los brazos sobre la nuca. Fueron 48 horas en que militares se turnaban para torturarlos. Dos días en que los guardias armados con ametralladoras los amenazaban, y pedían a sus superiores ejecutarlos en el acto. Cada cierto tiempo eran llevados a una oficina del segundo piso del regimiento, donde eran torturados e interrogados por personal del Servicio de Inteligencia Militar.

“Son muchos años de estar ahí aguantando el chaparrón sin haber podido tirar para afuera toda esa pena y no es solo la pena de la muerte. Es pensar lo que vivieron en La Moneda esa mañana terrible, es pensar lo que les hicieron en dos días. Mira el consuelo que tuve por años: ‘por suerte los torturaron solo dos días. Hubo otros a los que los tuvieron por meses así’. Mira el consuelo estúpido. Yo decía ‘no sufrió tanto’, pero sepa Dios qué cosas horribles les hicieron. A qué cosas horrorosas los sometieron durante los dos días”, dice Rina Belvederessi.

Juan Bautista Osses Beltrán, también del GAP, fue uno de los últimos que vio a Montiglio en el Regimiento Tacna y de los pocos sobrevivientes que ha relatado lo que ocurrió ahí.

Osses recuerda que les dijeron que los iban a fusilar ese mismo 11 a la medianoche. “Se pueden levantar de a uno, tomar café y un pan porque después los vamos a fusilar”, fue la estremecedora orden que escucharon. Fue la última vez que Osses vio a sus compañeros.

A las dos de la tarde del 13 de septiembre, algunos prisioneros, entre ellos Montiglio, fueron amarrados de pies y manos con alambres y subidos a un camión militar. De ahí los llevaron al recinto militar Fuerte Arteaga, en el sector de Peldehue, al norte de la comuna de Colina.

Allí los prisioneros fueron puestos al borde de una fosa de unos cinco metros de diámetro y fusilados en grupos de a cuatro. Luego los militares lanzaron granadas para dinamitar los cuerpos. Décadas después un soldado que estuvo esos días en Peldehue, cuenta una escena que deja en evidencia la brutalidad y la magnitud de la matanza: encontró un trozo de oreja humana incrustado entre unos pinos.

Los familiares de Montiglio y de otros 19 prisioneros tuvieron que esperar décadas para enterarse de la terrible verdad.

Lanzados al mar

El penúltimo día de noviembre de 1978 fueron encontrados los cuerpos de 11 campesinos y 4 jóvenes en los hornos de Lonquén. Este hallazgo echaba por tierra la versión oficial de la dictadura, que aseguraba que los desaparecidos se habían escapado del país y que estaban por el mundo desprestigiando al Régimen Militar.

Pinochet sabía muy bien que los detenidos desaparecidos habían sido asesinados y enterrados en fosas a lo largo de todo Chile. Por esto, dio la orden de iniciar la “Operación Retiro de Televisores”, nombre en clave que se dio al desentierro de los cadáveres de prisioneros políticos para posteriormente lanzarlos al mar. Una forma macabra de encubrir las matanzas ocurridas tras el Golpe de Estado.

Luego de que la Mesa de Diálogo entregara una lista de 200 nombres con la supuesta ubicación de sus cuerpos, la esposa de Juan José Montiglio fue notificada de que había sido arrojado al mar, 200 millas marinas hacia el interior, frente a las costas de San Antonio. Sin embargo, a poco andar, se pudo comprobar la falsedad de la información, pues en ese listado aparecían personas que habían sido encontradas, por ejemplo, en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago. Ese dato abrió una nueva arista en el caso. Es así que se designó a la magistrada Amanda Valdovinos como ministra en visita con dedicación exclusiva, para investigar los crímenes y desapariciones de personas en Peldehue.

En enero de 2002, casi 30 años desde ocurrida la matanza en Peldehue, la ministra Valdovinos logró localizar el lugar exacto donde se encontraba la fosa en que fueron enterrados Montiglio y otros 19 prisioneros, gracias a testimonios de lugareños y ex uniformados que colaboraron voluntariamente en la investigación. El remordimiento comenzaba a atacar las conciencias de algunos testigos de los crímenes.

Ahí quedó en evidencia que la “Operación Retiro de Televisores” no pudo ocultarlo todo. En el lugar se encontraron más de 400 fragmentos óseos esparcidos en una profundidad cercana a los tres metros. Entre ellos un fragmento de un talón.

Tras años de investigación, un análisis de ADN en un laboratorio en Austria logró determinar que ese fragmento de hueso correspondía a Juan José Montiglio, el “compañero Aníbal”.

En su búsqueda, los familiares de Aníbal fueron tras pistas que muchas veces terminaron en nada. Les dijeron que algunos prisioneros habían logrado escapar o que podía estar en una casa de personas que habían perdido la razón, en Puente Alto. Debieron esperar más de cuatro décadas para que finalmente esa fosa les devolviera los restos de su compañero, como si la tierra estuviera «gritando que no se pueden ocultar los crímenes toda una vida”, como dice con la voz entrecortada Alejandra Belvederessi, cuñada de Aníbal, mientras el hueso sobre la mesa del Servicio Médico Legal espera para poder por fin descansar en paz.

“Tengo que decir con mucha fuerza que no hemos encontrado al compañero Aníbal”, dice Lorena Pizarro Sierra, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos a los pies del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político, donde se le rinde el último homenaje a Montiglio.

“La historia hay que decirla con la verdad. Estamos encontrando fragmentos óseos de nuestros familiares y le rendimos homenaje y hacemos lo que debemos hacer y lo que ellos se merecen (…) Lo que está ocurriendo es un gesto de dignidad al jefe del GAP. Lo que está ocurriendo es un gesto de amor profundo de la familia de Aníbal de despedir al compañero, al padre, al abuelo.”, dice Pizarro.

Tomado de: lared.cl

Texto y fotos: Felipe Avendaño

Vuelve a Chile la «olla común», símbolo de la pobreza en tiempos de Pinochet

Una vecina de la comuna de Puente Alto fue registrada estes martes al recibir cajas con comida, en la comuna de Puente Alto, en Santiago de Chile. EFE

La crisis económica derivada de la pandemia por coronavirus ha traído imágenes que no se veían en Chile desde los tiempos de la dictadura: miles de personas que viven en barrios con menos recursos comen cada día gracias a las «ollas comunes», símbolos del hambre y la pobreza que acechan de nuevo al país.

En la periferia de Santiago, este tipo de asistencia se ha multiplicado durante las últimas semanas, a medida que más familias se han quedado sin ingresos tras el cierre de muchos comercios, obras de construcción y la ampliación de la cuarentena obligatoria.

En el imaginario popular chileno, el «recuerdo más inmediato» de las «ollas comunes» se remonta a la crisis que golpeó el país austral a partir de 1982, bajo la junta cívico-militar de Augusto Pinochet (1973-1990), explicó este martes a Efe el sociólogo de la Universidad de Chile Nicolás Angelcos.

Casi 40 años después, en Puente Alto, una de las comunas más pobres de la región Metropolitana, Susana Castillo, dirigente vecinal de la villa Marta Brunet, prepara junto con tres compañeras 250 raciones de arroz con pollo.

«Siempre van saliendo más familias, sobre todo ahora que nos extendieron la cuarentena. Hay cada vez más gente que se está quedando sin trabajo», relató a Efe Castillo con un ojo puesto en tres grandes cacerolas hirviendo.

Este es uno de los 14 puntos que, con la ayuda de la municipalidad de Puente Alto, entregan comida a unos 5.000 vecinos.

Daniel Pezoa, coordinador de las organizaciones comunitarias de la comuna, destacó que la «olla común» siempre surge en episodios de «catástrofe» y que dan prioridad a las personas mayores y a las discapacitadas, para que no tengan que salir de casa, y a familias numerosas.

Puente Alto es la segunda localidad de Chile con mayor número de casos de coronavirus (1658), solo por detrás del centro de Santiago (1873), según datos del Ministerio de Salud del 10 de mayo.

La pandemia por COVID-19 elevó el desempleo en Chile hasta el 8,2 % en el primer trimestre de 2020, su mayor cifra en una década, y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe estima que la economía caerá un 4 % este año y que la pobreza podría aumentar hasta el 13,7 %.

«Es la muestra del fracaso o la ineficiencia de un modelo de protección oficial que todavía se resiste a políticas de bienestar de mayor y más largo alcance».

«AL MENOS ME ASEGURA QUE TENDRÉ ALMUERZO»

A la hora de comer, una camioneta reparte las raciones a domicilio, adaptando el formato tradicional de la «olla común», que solía juntar a los vecinos en un acontecimiento social, a lo que permite el confinamiento.

Guacolda Bueno, madre de cinco, lamentó el momento complicado que atraviesa su familia: «Nosotros vivíamos con el sueldo de mi pareja, que era comerciante, y ahora nos hemos quedado sin nada, no tiene dónde trabajar».

«A mí la olla común me ha ayudado mucho, así al menos me asegura que voy a tener almuerzo», dijo a Efe desde la puerta de su edificio, donde recibió siete porciones.

Unos bloques más al sur de la villa Marta Brunet, Álvaro Muñoz declaró que el pasado octubre perdió su trabajo de chófer por las protestas que sacudieron el país y que desde entonces no encuentra nada más.

«Ojalá pase la cuarentena para poder salir a buscar algo, porque así uno no puede estar», aquejó.

«Por el terremoto de 2010 hicimos ollas durante una o dos semanas, pero ahora necesitamos mucha más organización. Y esto irá para largo», auguró Alina Sandoval, coordinadora de la Asamblea de Organizaciones Sociales y Políticas de Provincia Cordillera, que suministra manutención a casi mil personas cada día.

En otras partes de la comuna de Puente Alto, los vecinos se organizaron para que la comida no dejara de entrar en casas donde «ni el Estado ha llegado».

«Nos hemos convertido en cadenas solidarias, recibimos desde 1 quilo de patatas a 10 de tallarines. Solo el pueblo ayuda al pueblo», agregó.

EMBLEMA DE AUTOGESTIÓN, SOLIDARIDAD Y DIGNIDAD

Aunque las «ollas comunes» aparecieron en Chile tras la crisis de 1929, fue durante los años 1980 cuando se crearon cientos organizaciones para «enfrentar colectivamente la pobreza», afirmó el sociólogo Nicolás Angelcos.

El también investigador de la Universidad Andrés Bello resaltó que permitieron la «participación activa» de las mujeres fuera de su casa, facilitando la formación de dirigentes sociales, y la politización de muchas poblaciones que luego se erigieron como «espacios de resistencia contra la dictadura».

«Es una iniciativa que está directamente relacionada con la autogestión, la solidaridad y la dignidad. Años después, con el estallido social empezaron a brotar de nuevo en algunos barrios periféricos, algunos de los cuales ya fueron emblemáticos durante la dictadura», señaló Angelcos.

Para el investigador, la reaparición de las «ollas comunes» no solo son un indicador de la pobreza, sino que evidencian algo más profundo: «Es la muestra del fracaso o la ineficiencia de un modelo de protección oficial que todavía se resiste a políticas de bienestar de mayor y más largo alcance».

Tomado de: eldiario.es

Por: Arnald Prat Barnadas

Módulo 14: El reducto de los “presos políticos” en Santiago 1

Jorge Ulloa está afuera del Centro de Justicia, a unas cuadras del metro Rondizzoni, esperando que termine la audiencia donde nuevamente revisarían las medidas cautelares de su hijo Diego Ulloa (22). Su nombre también se lee en la polera que lleva puesta especialmente para esta ocasión: “Justicia para Diego”, dice.

Los traslados de Jorge y su familia, desde La Florida hasta ese lugar, se han hecho frecuentes desde hace tres meses. Diego fue detenido el 13 de diciembre por el supuesto porte de una bomba molotov y líquido acelerante, después de haber asistido a una manifestación en el Costanera Center.

Desde entonces, el estudiante de gastronomía internacional está recluido en el módulo 14 de Santiago 1. Este espacio fueespecialmente dispuesto por Gendarmería para los detenidos imputados por delitos asociados al estallido. Aunque también hay personas acusadas por otros motivos, la mayoría corresponden al primer grupo. Según confirmó la institución a El Desconcierto, actualmente 100 personas  se encuentran ahí, duplicando la cifra que tenían a fines de octubre.

La Coordinadora “18 de octubre” –integrada por organizaciones, colectivos autónomos y familiares de los detenidos– aclara que este módulo, por lo general, se utiliza para los “primerizos”. Al igual que los otros familiares, Jorge los reconoce como “presos políticos”, una situación que ha sido compleja para ellos afrontar.

—Ellos no están acostumbrados a este encierro y tampoco nosotros, como papás, a visitar centros penitenciarios. No teníamos idea de nada (…) Pasado el tiempo, Diego en ningún caso se fue acostumbrando, pero sí asumiendo como una lucha porque si no, no tendría sentido la detención de todos los chicos de Santiago 1 y del país—, comenta.

La rutina y el desgaste

“La falta de espacio, la falta de naturaleza, la falta de privacidad, nos está matando. El apoyo entre nosotros es lo único que no nos hace perder la cabeza. Esto se demora, la imaginación escasea. Solo esperamos soluciones y respuestas al igual que el resto de la gente”, se lee en una carta que escribió un grupo de detenidos agrupados en el módulo 14, a un mes del estallido. Dicen, además, que entre ellos comparten sus conocimientos de oficios o habilidades artísticas (musicales o malabares) y deportes para pasar las horas de encierro.

Las visitas de los familiares son los jueves, en dos horarios y por recluso pueden entrar máximo cinco personas. Cada una puede llevarles una bolsa con artículos muy definidos: productos dulces (galletas y/o chocolates sin ningún relleno), salados, cuatro sándwiches, tres cajetillas de cigarrillos y una bebida o agua mineral.

—Tratamos de que vayan las cinco visitas porque, si bien a ellos les sobran un poco, es justamente para que estén preparados para recibir a los otros presos. Más ahora que se viene marzo, algo que nos preocupa por las leyes más duras que se aprobaron—, advierte Jorge Ulloa.

También cuenta que por más de un mes y medio durmieron entre tres a cinco personas en un solo camarote por celda. Esto cambió, en parte, con la visita de los delegados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a fines de enero, y fueron reubicados.

Según lo que le ha contado Diego, en algunas oportunidades los gendarmes han entrado a “reventarles” las celdas para ver si tienen algún tipo de armas o para evitar que se organicen. Pero eso no les ha quitado su interés por armar una biblioteca al interior del módulo y, aunque ha sido difícil ingresar libros, ya tienen cerca de 70.

Salud mental

Ely Farías es mamá de Elías Cruz (23) y vive en El Bosque. Esta semana se cumplen tres meses desde que carabineros de civil detuvieron al joven en el paradero 18 de Gran Avenida, cuando volvía de la “Plaza de la Dignidad”. Está acusado, al igual que Diego Ulloa, por porte de artefactos incendiarios. Hasta antes de ser detenido, Elías trabajaba en una bodega.

Su mamá advierte que como hay sobrepoblación en el módulo 14 están mandando a algunos a la ex Penitenciaría. Reconoce que la seguridad es mucha, partiendo por la excesiva revisión que le hacen al ingreso hasta a los niños. Edith también ha notado los cambios de su hijo:

—Él es delgado, pero ahora lo está mucho más. Mide 1,70 metros y ya se le nota.  A él lo siguieron porque lo vieron supuestamente con un dron—, detalla la mujer.

Las condiciones físicas y psicológicas preocupan a los familiares. Anchi San Martín es terapeuta del área de salud mental e integra el Movimiento Salud en Resistencia. A principios de febrero acudió con un médico de la organización a Santiago 1 para prestarle ayuda médica a uno de los jóvenes detenidos que tenía problemas dermatológicos por una infección producida por chinches. Esa vez, los profesionales se enrolaron para el ingreso porque ya contaban con la autorización del tribunal. Pero la solicitud fue en vano. Gendarmería finalmente no los dejó pasar.

—Llegamos a Santiago 1 a las 10:00 horas y no nos dejaron entrar. Fue una sorpresa. No hemos intentado hacer nuevamente el ingreso. Es muy complejo porque esa vez nos dijeron que no había llegado el papel de autorización. Entonces, tenemos que hacer la tramitación de nuevo. Pero sabemos que se entrampan en resquicios legales—, precisa Anchi.

Lo mismo ha podido observar Pepa Aguirre, psicóloga del grupo ex Nido XX. Supo que uno de los jóvenes detenidos intentó suicidarse y después lo aislaron del módulo. Por lo mismo, pone énfasis en el acompañamiento constante. Sobre la alimentación, dice que no ha sido adecuada para el caso de las personas vegetarianas y veganas.

En este lugar solo se encuentran los hombres recluidos y la única mujer acusada por un delito asociado al estallido está la cárcel de San Miguel. De los que están en Santiago 1, varios han salido por cambio en las medidas cautelares. Hasta diciembre del año pasado se contabilizaban 2.200 personas en el país en prisión preventiva por delitos como lanzamiento o porte de artefactos incendiarios, desórdenes públicos, hurtos, entre otros. De estas detenciones, un porcentaje importante ha sido declarado ilegal por los tribunales.

Tomado de: eldesconcierto.cl

Por: Natalia Figueroa

Adiós al oasis chileno

Enfrentamiento entre manifestantes y la policía en Santiago de Chile el 22 de noviembre de 2019. Foto: AP / Luis Hidalgo

Cuando se escriba la historia de la inédita revuelta del año 2019 que cambió el destino de Chile, destacará, sin duda, una frase pronunciada por el presidente Sebastián Piñera el 8 de octubre en un programa de televisión en Santiago: “En medio de una América convulsionada, Chile… es un verdadero oasis”.

Aquellas palabras trasuntaban una ceguera ilimitada y una soberbia impenetrable, no sólo del primer mandatario, sino de toda una clase dirigente que no entendía lo que pasaba en el país real que incubaba en esos mismos momentos el estallido social que ningún miembro de la élite había anticipado.

En efecto, mientras Piñera peroraba televisamente, miles de estudiantes chilenos se saltaban con júbilo los torniquetes del Metro de Santiago, rehusándose a pagar un alza de 30 pesos que el gobierno había decretado recientemente, tan sólo dos días antes de que Piñera se ufanara de que Chile fuera tan diferente del díscolo continente latinoamericano.

En vez de entender la desesperación que se agitaba detrás de esta forma de protesta pacífica, los ministros de Piñera (entre los que había una caterva de enriquecidos vilmente durante la dictadura de Pinochet) hicieron oídos sordos y respondieron con una violencia cada vez más salvaje, lo que, en vez de amenguar los desórdenes atizaron el descontento del que se valieron elementos anarquistas y lumpen, amén de grupos aliados a narcotraficantes para desatar saqueos y vandalismo. El presidente declaró que se trataba de una guerra a muerte contra el pueblo, impuso un estado de emergencia y toque de queda, y ordenó a los militares salir a la calle. Desde el tiempo de Pinochet no se veían tanquetas y soldados patrullando las ciudades.

El pueblo chileno no se dejó amedrentar. En forma mayoritariamente pacífica, millones de hombres y mujeres y niños salieron a desafiar la represión, embarcándose en un octubre liberador que recordaba la gesta de otro octubre, el de 1988, cuando el pueblo chileno derrotó a la dictadura en un plebiscito que dio comienzo al lento retorno a la democracia. Aquella epopeya de 1988 había sido lidereada por los políticos de centro-izquierda que supieron crear las condiciones para que el país pudiera respirar en paz después de tantos años de tiranía.

Aquellos líderes lograron, durante las décadas que siguieron, algunos notables progresos: una disminución importante de la pobreza, una serie de juicios a los más escalofriantes violadores de los derechos humanos de la época de Pinochet, algunas mejorías en la salud y la educación, proyectos de infraestructura y transporte, modernizaciones del aparato estatal. Pero no pudieron terminar del todo con los enclaves autoritarios que habían heredado de la dictadura ni supieron cuestionar la extraordinaria desigualdad de un Chile donde un pequeño y ávido grupo se había apropiado de una inmensa y obscena tajada de la riqueza nacional. El desparpajo con que estos aristócratas y nuevos ricos ostentaban sus franquicias y la impunidad de que gozaban alimentaba la rabia de los chilenos ordinarios para quienes el alza de los 30 pesos era una carga significativa y, por cierto, una provocación en un país donde la corrupción de los privilegiados rara vez se sancionaba.

Y sobrevino, entonces, una insurrección generalizada que sobrepasó las estructuras partidarias y los políticos desprestigiados que no habían sabido dar una solución a los problemas profundos de Chile, un movimiento que ha sacudido los cimientos del desigual modelo político y económico que ha regido al país durante las últimas décadas.

Cartón de Rocha

Menos de tres meses después de que los jóvenes se rebelaron contra una cúpula que no los incluía ni escuchaba, Chile ha cambiado en forma trascendental. Todas las fuerzas políticas han acordado un itinerario para dotar al país de una nueva Constitución que reemplace la que impuso fraudulentamente Pinochet en 1980, si bien la derecha se ha opuesto exitosamente a la paridad de género y la presencia necesaria de sectores independientes y de pueblos originarios en la constituyente. Y se están implementando medidas que comienzan a enfrentar –aunque en forma exigua– las graves deficiencias en pensiones y salud, en parques y viviendas y educación, que aquejan a la población en forma mayoritaria.

Queda por ver si esas reformas se efectuarán o si, de nuevo, se han de frustrar las ansias de un país más bello y equitativo. Queda por ver si los policías que respondieron a las demandas ineludibles de los jóvenes con balines y torturas van a ser juzgados y castigados. Queda por ver si la derecha chilena, acostumbrada a menoscabar la democracia con impunidad, aceptará una contracción de su poder y sus granjerías o si pondrá cada vez más trabas al proceso que llevará a una nueva Constitución. Queda por ver si las exigencias de políticas sustentables para enfrentar la crisis climática, derechos de sindicalización de los trabajadores, control de las aguas urbanas y rurales (Chile es el único país en el mundo donde el agua se encuentra en manos privadas), serán postergadas otra vez más. Queda por ver si los políticos de centro-izquierda se darán cuenta de que no hay que temer la movilización del pueblo. Queda por ver si los sectores fascistas, nostálgicos de la mano dura de Pinochet, no aprovecharán el desorden y los saqueos, para revivir la quimera de una nueva tiranía. Queda por ver si los militares, contemplando un país dividido y cada vez más destrozado por el vandalismo criminal de unos pocos que aprovechan las protestas pacíficas de la mayoría, no decidirán que es hora de salir de los cuarteles. Queda por ver si los jóvenes chilenos que no tuvieron miedo a los golpes y las balas y las violaciones y los gases lacrimógenos tendrán espacio protagónico para respirar tranquilos, que se les permita sacar todo el potencial creador que tienen adentro. Queda por ver si las eternamente pospuestas demandas de mujeres maltratadas y de pueblos originarios tendrán el reconocimiento que se merecen.

Queda por ver, queda por ver.

Pero hay algunos que no verán más, casi 300 jóvenes que quedaron ciegos debido a los disparos de la policía, aquellos que quedaron sin ojos para que los aislados dueños de Chile pudieran abrir los ojos a la realidad de un país al que han tratado con ignorancia y menosprecio, al que han querido olvidar. Otro sacrificio en la larga lista de sacrificios que han padecido tantos, las penas y pérdidas que nunca faltan para que nazca una patria nueva.

Lo que es seguro es que, en este sumamente convulsionado 2019, Chile despertó. Se ha cuestionado a fondo el modelo neoliberal consumista vigente, reivindicando un nuevo modelo donde prima lo humano y no el lucro desmedido.

No somos, mal que le pese a Piñera y los suyos, un oasis en América Latina, sino parte de la historia perpetua de nuestro vasto y rebelde continente que lucha desde siglos por un mundo más justo y participativo.

Dependerá del pueblo chileno cómo se escribirá la próxima página de esa historia.

Tomado de: proceso.com.mx

Por: Ariel Dorfman

Este comentario se basa, en parte, en el folleto Chile: juventud rebelde, que acaba de sacar el Fondo de Cultura Económica, que también ha publicado Allegro, la última novela de Ariel Dorfman.

Las miradas rotas de las revueltas en Chile: “Sentí el impacto en el ojo, caí al suelo… salía mucha sangre”

Los perdigones disparados por la policía durante las protestas han dejado completamente ciegas a dos personas y otras 17 han perdido la visión de un ojo. EL PAÍS habla con cinco de ellas

Monumento en la Plaza Italia, en Santiago de Chile. FRANCISCO UBILLA



Miradas rotas como las de estas dos personas se han convertido en el lamentable símbolo de las revueltas sociales en Chile que explotaron hace ya dos meses. Desde el 18 de octubre, cuando arrancaron las protestas por la desigualdad en el acceso a servicios básicos como la sanidad o la educación, se han registrado 359 civiles con heridas oculares, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH). Dos personas han quedado completamente ciegas y 17 han perdido la visión total en alguno de sus ojos. La Sociedad Chilena de Oftalmología y el Colegio Médico calificaron desde el inicio esta situación como “una emergencia de salud visual nunca antes vista en el país” y pidieron suspender la utilización de perdigones. Las autoridades informaban de que los balines estaban compuestos de goma, pero un estudio de la Universidad de Chile determinó que solo contenían un 20% de caucho. El 19 de noviembre la policía suspendió el uso de perdigones a la espera de nuevos análisis en su composición, cuyos resultados todavía no se conocen públicamente.

Un policía disparó directamente al rostro a Ronald Barrales. Estaba a menos de 10 metros. Según su relato, el perdigón llegó desde el asiento del acompañante de un vehículo de los carabineros hace unas semanas, en uno de los días más tensos de las protestas contra las políticas del Gobierno en Chile. “Sentí el impacto en el rostro, caí al suelo, me levanté y observé que caía sangre del ojo, mucha sangre”, relata. Herido también en el tórax y en el abdomen, Barrales se ha sometido a tres operaciones en el ojo izquierdo, del que perdió completamente la visión y para siempre. “El precio que he tenido que pagar es muy alto, pero al menos Chile ha despertado”, se consuela Maite Castillo, de 23 años, que también ha perdido la visión del ojo derecho. 

Mientras, el Gobierno de Sebastián Piñera intenta reconducir la situación e impulsa un proceso para cambiar la Constitución actual que, según los manifestantes, contribuye a consolidar las desigualdades en el país y, aunque ha sufrido modificaciones durante estos años, ha sido heredada del régimen de Augusto Pinochet.

Pero el cambio político no devolverá la vista a los chilenos que recibieron uno de esos controvertidos perdigones. EL PAÍS ha recogido los testimonios de cinco de estas víctimas: 

Maite Castillo. F. U.

Maite Castillo, 23 años

Desde su época de estudiante asistía a marchas en demanda por derechos sociales, pero la tarde del 20 de octubre pasado no participaba en ninguna protesta: pasaba en moto junto a su novio por la Gran Avenida —una importante vía de su comuna—, donde se producía el saqueo de un supermercado. No se podía transitar, porque los vehículos iban y venían en todas las direcciones. “Nos estacionamos al frente, en una gasolinera y nos quedamos mirando. Me bajé de la moto, me saqué el casco y observé que venían dos carabineros. Como portaban escopetas, los insulté. Hicimos contacto visual, se me quedó mirando, cargó su arma y me disparó de frente”. 

El perdigón le dio de lleno en la órbita del ojo derecho: “Perdí la visión, no veo absolutamente nada por ese ojo”, señala. Desde entonces, la han operado dos veces, la última vez el viernes, a causa de una hemorragia que no sanaba. Mientras, pasa los días en su casa guardando reposo: “Esta será una Navidad distinta. Triste por lo que me ocurrió, sin duda, pero la gente en este país por primera vez no está centrada en el consumo, sino en otros asuntos fundamentales, con mayor empatía hacia el resto”. El año pasado, Castillo se sacó el título de asistente dental y en 2020 quería comenzar sus estudios de odontología. “Pero he pasado de ser una persona sana a depender de los demás”, relata esta chilena que vive con su padre en el municipio de El Bosque, en la zona sur de la capital, Santiago de Chile.

Ronald Barrales. F. U.

Ronald Barrales, 36 años

Padre de una niña de ocho años y de un muchacho de 17, este trabajador autónomo dedicado a la fabricación de productos de limpieza participó de las protestas de Plaza Italia, la zona cero de las movilizaciones en Santiago de Chile, desde el comienzo del estallido social del 18 de octubre. Cuenta que lo hacía siempre pacíficamente, acompañado de familiares, “para manifestar el descontento por la forma en que los políticos han manejado el país en las últimas décadas”. Apunta, por ejemplo, a los problemas en la educación: por falta de dinero tuvo que dejar la carrera de ingeniería y su primogénito en 2020 cursará su último año en el Instituto Nacional, el emblemático liceo público de excelencia de Chile que las autoridades de distinto signo político han dejado morir.

El 11 de noviembre pasado, Barrales salió a protestar como de costumbre, cuando se quedó sin compañía en medio de una especie de encerrona de carabineros, sin poder correr ni escapar. A poca distancia, de lleno en el ojo izquierdo, le impactó un objeto: “Me di media vuelta y lo único que pude hacer fue correr al hospital de campaña de la Cruz Roja, sin permitir que nadie me ayudara”, relata en su casa del municipio de Quinta Normal, en la zona centro-norte de la capital, donde vive con su madre. En una de las operaciones le extrajeron “un perdigón que no era de goma y que se alojó en el fondo del globo ocular, lo que habla de la potencia del impacto”. Sin poder trabajar y afectado anímicamente, intenta lentamente aprender a vivir con su nueva condición física. Pese a todo, sin embargo, no se arrepiente de haber participado de la protesta: “Estaba simplemente alzando la voz por los derechos de mis hijos y del resto de las personas”. 

Carlos Puebla. F. U.

Carlos Puebla, 47 años

Después de salir de su trabajo, decidió pasarse por las protestas de Plaza Italia. No milita en ninguna organización ni partido y era la primera vez que asistía a las manifestaciones. Dice que era una concentración pacífica, donde había niños y ancianos, pero que pronto comenzaron los enfrentamientos con la policía, “que comenzó a atacar desmedidamente y sin respetar nada”. Fue cuando un carabinero, según relata, le disparó con la escopeta antidisturbios a unos 15 metros de distancia apuntando a su rostro. “Sentí algo helado en el cuerpo, traté de correr, caí al suelo y me trasladaron a la Cruz Roja”, recuerda el hombre. Recibió un perdigón en el muslo, otro en la cabeza y un tercero en el ojo derecho, cuya visión perdió por completo, según le informaron 48 horas después.

Carlos Puebla es el hijo menor de una mujer que tuvo que hacerse cargo sola de sus cinco niños. Por falta de dinero, no pudo terminar sus estudios escolares. Puebla tiene tres hijos —de 25, 14 y 13 años— y, hasta el 24 de octubre pasado, trabajaba como obrero de la construcción a cambio del salario mínimo (unos 360 euros mensuales). Pero el día que acudió a la protesta marcará la vida de Puebla, que vive en Renca, un municipio del norte de Santiago de Chile. “Los sueldos son bajos y no alcanzan, la salud y la educación son precarias, las pensiones son una vergüenza”.

Ahora espera que le pongan una prótesis. “La vida nunca será la misma, pero tengo dos hijos pequeños todavía que me necesitan. Debo seguir adelante”, reflexiona. Sabe que probablemente no podrá continuar con el mismo oficio y, aquejado de fuertes dolores de cabeza y mareos, muchas veces lo invade la tristeza: “De repente entro en depresión”. 

Eliacer Flores. F. U.

Eliacer Flores, 30 años

Cuando se había declarado la segunda jornada de toque de queda en Santiago, el 20 de octubre pasado, decidió que saldría de su casa en Quinta Normal, en la zona centro-norte capital chilena, para protestar por el estado de emergencia. Padre de dos niños de 13 años y 10 meses, se dirigió después de comer a la Plaza Italia, donde se encontró con un enfrentamiento entre manifestantes y la policía. Eliacer se unió al bando de los civiles, mientras se protegía con una plancha de metal: “Pero me asomé a mirar y me llegó el perdigón en el ojo derecho”, relata.

“Sentí el mayor dolor físico que he sentido en mi vida, un frío intenso en todo el cuerpo, un pitido en los oídos y ganas de desmayarme. Horrible. Pero la adrenalina y el miedo a que los carabineros me agarraran, me hizo correr y pedir ayuda”, señala Flores.

Lo han sometido a dos operaciones, pero perdió por completo la visión de un ojo. Probablemente deberá usar una prótesis. Intentó volver al trabajo, pero su estado físico se lo impidió y los médicos extendieron una nueva baja. En estos dos meses ha pasado por distintos estados anímicos: “Ira, miedo, tristeza, rabia. Este país necesita una reestructuración completa del sistema, partiendo de la política corrupta, la salud, la educación y las pensiones que permitan un futuro digno para nuestros viejos”, indica Flores. “En honor a los muertos, los heridos y los violentados debemos seguir luchando. Lo que hemos perdido y lo que hemos dado no puede quedar en nada”. 

Natalia Aravena. F. U

Natalia Aravena, 25 años

Cuando intenta beber agua, no logra calcular correctamente la profundidad y el líquido se desparrama fuera del vaso. Si el terreno por el que camina no es completamente liso y plano, corre el riesgo de tropezarse. Esta enfermera de 25 años, que apenas llegaba a un año de vida laboral, intenta con los días acostumbrarse a su nueva condición física: el 28 de octubre pasado, una bomba lacrimógena le impactó en el ojo derecho y perdió tanto la vista como el globo ocular. Ese lunes iba a reunirse con un amigo frente al palacio de Gobierno, La Moneda, donde se había convocado una concentración. Relata que sucedió todo muy rápido: apenas llevaba algunos minutos en la calle cuando la policía comenzó a dispersar a los manifestantes, antes incluso de que comenzara la manifestación. Estaba sola y vio un vehículo policial y a los agentes a pocos metros. “Me di la vuelta y me impactó la bomba lacrimógena en el ojo”, relata en su casa de Peñalolén, en el este de Santiago de Chile, donde vive con sus padres.

“Se me durmió la mitad derecha de la cara, por fortuna, porque no sentí dolor. Desde la frente al labio superior. El impacto no me hizo perder la conciencia, tampoco me destrozó el resto de la cara ni me tiró al suelo, pero quedé aturdida”. Ha sido sometida a dos intervenciones quirúrgicas y no ha podido volver al trabajo. La joven chilena opina que “el Gobierno tiene mucho miedo de perder el poder” y critica las declaraciones del presidente, Sebastián Piñera, que señaló al comienzo de la revuelta que Chile estaba “en guerra” contra un enemigo poderoso: “¿El enemigo poderoso soy yo, que me mutilaron, que soy enfermera, que soy una persona común y corriente, sin armas?”, se pregunta. “Quieren hacer creer que queremos desestabilizar el país, pero Chile está desestabilizado hace mucho tiempo por la inmensa desigualdad que no quieren ver”.

Tomado de: elpais.com

Por: Rocío Montes

Texto completo de mi discurso sobre «CHILE ENTRE CONTINUIDAD Y RUPTURA»

Comenzaré con una cita de Víctor Jara, una con varias interpretaciones que prepara el escenario para una discusión sobre los marcos de memoria en Chile que parten de la nueva canción Chilena.Víctor Jara, brutalmente torturado y asesinado por los militares después de la dictadura, es sinónimo del movimiento de la nueva canción, el movimiento de la canción militante en Chile. Víctor había dicho una vez: «Necesito la madera y las cuerdas de mi guitarra para dar rienda suelta a la tristeza o la felicidad, algún verso que abre el corazón como una herida, una línea que nos ayuda a todos a mirar desde adentro de nosotros mismos para mirar y ver mundo con nuevos ojos «.

La breve presidencia de Salvador Allende logró esto y más. El apoyo de las masas, dado a Allende durante su campaña electoral, provocó el cumplimiento de un sueño, inscrito en canciones de unidad como Canción del Poder Popular y Venceremos! La campaña de Allende también fue personificada por una pancarta que expresó su apoyo a la fundación cultural dentro de la revolución: «No hay revolución sin canciones». Los músicos mismos participaron de todo corazón en la campaña electoral de Allende, convirtiéndose en embajadores culturales de la revolución socialista durante la presidencia de Allende. Las canciones de Nueva canción se convirtieron en la voz de la gente. A su vez, la gente se convirtió en una entidad unificada. Fue la participación generalizada del pueblo, el movimiento de la nueva canción, la fusión de personas y las aspiraciones dentro de una revolución socialista;

La última inscripción de esta unidad entre Allende, el movimiento de la nueva canción y el pueblo, se puede ver en la hermosa canción El pueblo unido jamas sera vencido. El pueblo, unido, nunca será derrotado.Desafortunadamente, este himno fue de corta duración. Solo unas pocas semanas después, la revolución socialista de Chile fue brutalmente destruida por la dictadura respaldada por Estados Unidos de Pinochet. La metáfora del pueblo unido, por lo tanto, fue desafiada a ir más allá de Allende y las atrocidades de la dictadura. Tuvo que reinventarse para formar parte del proceso de memoria que, incluso ahora, permanece fragmentado en dos marcos principales: continuidad y ruptura.

Hace unas semanas, escribiendo sobre Palestina, incluí una observación sobre la importancia de la memoria colectiva. Muy brevemente, debido a que la cita completa generaría varias referencias, dije que el imperialismo intenta fragmentar la memoria colectiva en un recuerdo selectivo para imponer una impunidad constante. Esto es también lo que la violencia neoliberal logró en Chile. El olvido, o el olvido, fue el legado final de Pinochet: un intento de silenciar todo el proceso de la memoria.

Brevemente, aquí hay una descripción general de lo que Pinochet instruyó a los chilenos a olvidar:

Más de 1200 centros de detención y tortura, donde los detenidos fueron electrocutados, violados sexualmente, brutalmente golpeados, utilizados para experimentación con armas biológicas y químicas, obligados a escuchar o presenciar la tortura de sus camaradas y, en miles de casos, administraron inyecciones de cianuro, después de lo cual el los cuerpos serían quemados en tambores o empaquetados y cargados en helicópteros para ser arrojados al océano.

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Miguel Enríquez: ¡El MIR no se asila!

45 años han transcurrido de la caída en combate de Miguel Enríquez quienes lo perseguían y finalmente asesinaron no podían imaginar que, mientras ellos yacen consumidos de olvido y estigma, el Secretario General del MIR sigue siendo recordado como un ejemplo que dedicó su vida y la entregó por los oprimido de nuestro país.   Esas particularidades se encuentran en muchos hombres y mujeres de América Latina, Miguel no fue una excepción ni es un caso aislado, su compromiso no representaba la búsqueda innecesaria del martirio ni la gloria efímera si no que representaba la síntesis de un proceso social que lo llevó a enfrentar las contradicciones de un periodo trágico de la historia de Chile.Los seres humanos nos moveremos en la vida a causa de muchas motivaciones e interpelaciones, si observamos retrospectivamente los hechos políticos de heterogénea talente podemos concluir siempre hubo quienes pusieron su vida a disposición de causas emancipadoras. En el territorio invadido por los españoles que hoy habitamos bajo el nombre Chile, el pueblo Mapuche hizo sacrificios inmolatorios para defenderse y resistir por cientos de años a más de un imperio que brutalmente buscó apropiarse del Wallmapu. Podemos revisar la larga secuela de mártires, hombres y mujeres de trabajadores que dispusieron sus vidas en la lucha por sus derechos.¿Qué interpeló al Secretario General del MIR a la rebeldía y a comprometerse sin vacilación, sin aprobación y sin ambivalencias en la lucha contra el capitalismo y su expresión más brutal, la dictadura cívico-militar que devasto a Chile en la década del 70 y 80? ¿Por qué se impulsó la política de No al asilo?¿Por qué Miguel y cientos de militantes del MIR, hombres y mujeres, comprometen toda la trascendencia de la vida para derrocar al régimen cívico encabezado por Pinochet?En los fatales días del golpe de Estado, Salvador Allende y Víctor Jara tributaron con sus vidas la lealtad del pueblo como sentenció en más de una ocasión el Presidente Allende. Las consecuencias de la mano criminal que se precipitoó sobre el pueblo de Chile se extendieron a muchos hombres y mujeres en todo el país.  Roberto Guzmán Santa Cruz en la Serena, José Gregorio Liendo, Fernando Krauss en el complejo maderero de Panguipulli, junto a un gran número de militantes del MIR y del MCR. En Santiago caería abatido protegiendo la retirada de miembros de la Dirección, Eduardo Ojeda, “León”, en Indumet.En esos días el MIR no se disponía enterrar su vida ni a quemar libros ni documentos, había que salvar todo lo que fuese posible, documentos, armas y la vida de hombres y mujeres que militaban en el MIR, había que salvar la vida. Miguel fue, quizás en ese contexto, el más elocuente al respecto; fraterno, solidario, y dispuesto a jugarse la vida por la revolución, ello incluía a sus compañeros y compañeras. No obstante, como recuerda Carmen Castillo, “Cada acción de nuestros días, el menor gesto en ese lugar, realizado como si fuera el último. Ni una componenda, ninguna ligereza, ninguna flaqueza que hubiera que reparar al día siguiente. No teníamos tiempo para eso. La belleza de la vida”.El ejemplo que irradiaban los caídos durante el golpe de Estado y los que enfrentaron con dignidad la furia golpista nos cubría de un manto ético y moral que no podíamos eludir, menos aún quienes llamaban a pueblo a la revolución y a resistir con las armas en la mano.Para la Dirección del MIR, escapar a las embajadas como lo hicieron los cobardes de Patria y Libertad durante el tanquetazo en junio de 1973, no era una opción. Así lo expresa el llamado de la Comisión Política encabezada por Miguel. La política de no al asilo no fue una consigna ni un slogan, era lo que había que hacer desafiados por una coyuntura crucial en la que Miguel y  el MIR convocaba unos meses antes  en el Teatro Caupolicán, a la clase trabajadora a marchar hacia adelante “Con todas las fuerzas de la historia”. Retrotraer la historia es un ejercicio ficticio que puede llevar a abandonar la idea misma de la lucha revolucionaria si llegamos a la conclusión de renegar de nuestras responsabilidades como entes políticos comprometidos con las luchas del pueblo. Ello no implica esquivar la evaluación crítica del desempeño del MIR y especialmente su dirección en la derrota de septiembre de 1973 y la división de fines de los años 80, pero debe mediar un análisis serio y colectivo al respecto tal como lo esbozó la Dirección de ese partido en enero de 1984[1].“La Dirección tomo la decisión de mantenerse en Chile y pasar al conjunto del partido a la clandestinidad. El rechazo al exilio se levantó como una política de principios. Esta política del MIR tuvo gran importancia por la fuerza moral que significó en un momento de desbande de la izquierda el que los revolucionarios se propusieran aferrarse a su pueblo y luchar junto a él.  También apuntaba a la necesidad de un repliegue ordenado. Sin embargo cometimos el error de extremar esta política y levantar a la calidad de principio una medida de manejo táctico. Con el tiempo aparece como más correcto el haber implementado una táctica más selectiva: haber replegado a la retaguardia exterior una parte de la Dirección, y haber mantenido otra parte en Chile; haber replegado una parte de los cuadros y militantes perseguidos, manteniendo a aquellos que podían vivir legalmente en el país y un núcleo de cuadros ilegales de modo de no sobrecargar el Partido con cuadros perseguidos”.Nos distanciábamos de ese modo del “asilo contra la opresión”, evidentemente la clase obrera y el pueblo y los pobres del campo y la ciudad no podían correr a las embajadas para evadir la persecución, pudo el MIR hacer algo diferente enfrentado a esa candente coyuntura?Miguel estaría seguramente hoy inmerso en las luchas del presente; y lo está, bregando por la ruptura con el modelo neoliberal y sus secuelas en materia educacional, laboral, pensiones, salud, vivienda, ambiental, contra la impunidad y reivindicando la dignidad y territorialidad del pueblo mapuche y los derechos de la mujer, rescatando el rol del Estado y la democratización de las fuerzas armadas y la asamblea constituyente.En todas esas luchas reencontramos nuevamente a Miguel; tenaz, leal, consecuente, astuto y lúcido. Sin embargo Miguel trasciende al MIR y es hoy parte del patrimonio político de la rebeldía de nuevas generaciones que irrumpe para romper con el pasado de derrotas y el sistema político que nos domina.Para impulsar los cambios del presente y del futuro es necesaria la misma audacia, coraje político, creatividad cultural y visión estratégica que tuvo Miguel y la generación de hombres y mujeres que fundó al MIR. Dicho de otro modo estamos forzados a que la revolución a la cual postulamos la debemos empezar por revolucionarnos nosotros mismo primero, parafraseando un concepto esgrimido por la historia.Y quizás recoger el emplazamiento contemporáneo que nos interpela la juventud cubana en palabras de Rosario Alfonso Parodi[2].“Nosotros, los cubanos, que no podemos asistir, ni lo haremos, al fracaso de la izquierda, del socialismo o de la revolución, le decimos a Miguel Enríquez, que su turno es verdaderamente hoy; que sus ideas y su proyecto contra el imperialismo y todas sus representaciones materiales y mentales, contra el dogmatismo y todas sus representaciones materiales y mentales, tienen la fortaleza y el vigor de la vida, tienen la vivencia íntima del hombre que lucha por la libertad del hombre.Por eso, Miguel Enríquez, ahora que es nuestro turno también, acompáñanos”.

Tomado de: radio.udechile.cl

Procesan a 13 ex DINA por desapariciones en la Operación Colombo

Publicado por El Clarín

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El ministro en visita Alejandro Solís procesó a 13 ex agentes de la DINA, entre ellos a su ex director, general (R) Manuel Contreras, y el coronel (R) Marcelo Moren Brito. Los ex agentes, según la resolución del juez Alejandro Solís, están imputados como autores de homicidios y secuestros calificados (desapariciones) de una veintena de opositores a la dictadura en los primeros meses de 1975.

La resolución incluye entre los procesados, además del general Contreras, a varios de sus más cercanos colaboradores en el organismo represivo.

Todos los procesados se encuentran actualmente en prisión, cumpliendo condenas por otros casos de violaciones a los derechos humanos, que en el caso de Contreras suman más de 270 años de cárcel.

Entre ellos, figuran los brigadieres (R) Miguel Krassnoff Martchencko y Pedro Espinoza Bravo y el coronel Moren Brito, que fue el jefe del campo de torturas de “Villa Grimaldi” donde habrían sido llevadas las víctimas.

El caso se enmarca en la represión desatada por la dictadura contra el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

En el transcurso de 1975, los nombres de varias de las víctimas, en su mayoría eran jóvenes profesionales o estudiantes universitarios, figuraron en la lista de 119 nombres de la llamada “Operación Colombo”.

La mencionada operación fue gestada por la DINA para encubrir la desaparición de 119 opositores presos, con el argumento de que habían muerto en purgas internas del MIR y cuya falsedad la justicia ha ido esclareciendo.

Torbjörn Björlund: “Queremos que el testamento de Neruda se cumpla, integramos un Comité de parlamentarios”

México DF.-
Tomado de http://www.elchileno.cl

20121201-050427.jpgMéxico DF.- En entrevista digital desde Estocolmo, Torbjörn Björlund, diputado del parlamento de Suecia y presidente del Comité en Defensa del Legado de Pablo Neruda, habla de los esfuerzos políticos y diplomáticos para recuperar la última voluntad del Nobel chileno: “Queremos que el deseo testamentario de Pablo Neruda se cumpla, y su herencia pertenezca al pueblo de Chile. Desde la distancia seguimos la lucha del pueblo de Chile; tenemos un interés especial en la última voluntad de Neruda y en la lucha por una verdadera democracia en Chile. Estamos en constante seguimiento de los procesos en torno al testamento de Pablo Neruda, en que su deseo manifiesto pertenezca al pueblo de Chile”.

MC.- La Asociación de Estudios Obreros de Suecia inauguró la exposición de la Biblioteca Neruda de la Universidad de Chile en 1966, y por todos es conocido que Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971, ¿qué significa Pablo Neruda en la historia cultural de Suecia?
TB.- Pablo Neruda ha ejercido una gran influencia en la historia cultural de Suecia. Por supuesto, lo más notable es en relación a la concesión del Premio Nobel de Literatura, y claro está, en relación a los sucesos del golpe de Estado en Chile. Su oposición a las dictaduras era bien conocida, y podría, en vida, haberse transformado en un potente símbolo contra la dictadura. Su obra literaria ha sido muy difundida en Suecia. Hoy en día Neruda no tiene la misma actualidad. Sin embargo, las generaciones que vivimos la época del golpe de Estado lo tenemos en la memoria. Con los años su obra aún demuestra el gran cariño de Neruda a su pueblo y a la humanidad.

MC.- Allan Petterson compuso la Sinfonía No. 12, basada en una traducción de Arthur Lundqvist del Canto General. ¿Conversó alguna vez con ambos personajes de la cultura sueca?, ¿se ha reeditado la sinfonía para que los jóvenes la escuchen?
TB.- Lamentablemente nunca tuve la oportunidad de conocer a esas grandes personalidades de la cultura sueca. No puedo sino lamentar el hecho de haber sido tan joven en aquella época cuando esos dos gigantes de la cultura de nuestro país fallecieron. Sé que no se ha hecho una edición de la Sinfonía No. 12 de Allan Petterson, y es lamentable. Es de esperar que en el futuro algún director se atreva a hacerlo. Pienso que atraería a las nuevas generaciones.

MC.- ¿Por qué varios parlamentarios suecos integraron el Comité en defensa del legado nerudiano?
TB.- En primer lugar porque queremos que el deseo testamentario de Pablo Neruda se cumpla, y su herencia, como deseaba el poeta, pertenezca al pueblo de Chile. Desde la distancia seguimos la lucha del pueblo de Chile; tenemos un interés especial en la última voluntad de Neruda y en la lucha por una verdadera democracia en Chile.

MC.- ¿Qué iniciativas llevan a cabo en el Comité?
TB.- Hemos escrito la petición, a diferentes autoridades, con el objeto de hacer una revisión total del legado de Pablo Neruda. Preguntamos: ¿son intereses privados o el pueblo de Chile sus herederos? Estamos en constante seguimiento de los procesos en torno al testamento de Pablo Neruda en que su deseo manifiesto pertenezca al pueblo de Chile. También hacemos un trabajo de extensión con el objeto que muchos más se integren a este esfuerzo de preservar tanto la memoria como el legado de Pablo Neruda.

MC.- ¿Hubo alguna respuesta del gobierno de Chile a la solicitud del Comité en defensa del legado nerudiano?
TB.- No, no ha habido respuesta, no es algo que hayamos visto. Y, es un tanto sorprendente, incluso aunque el gobierno que es muy de derecha y neoliberal, de ninguna manera han intentado consultar con nosotros para ver y trabajar la situación en forma positiva. La pregunta es: ¿estarán ellos interesados en resolver la situación del derecho del pueblo de Chile con respecto al deseo de Pablo Neruda?

MC.- Para conmemorar el Nobel que recibió Neruda, el gobierno de Salvador Allende publicó la “Antología Popular 1972”, ¿estarían interesados en reunir los poemas traducidos al sueco y el prólogo de Salvador Allende para difundir el proyecto de la Antología Popular 1972?
R.- ¡Por supuesto que sí!, sería muy importante publicar la Antología Popular 1972 en Suecia y, creo que, llamaría la atención sobre el proceso judicial abierto con respecto a la muerte de Pablo Neruda, además se recuperaría un pedazo de la historia cultural de la humanidad.

MC.- Pablo Neruda designó a las universidades, a los sindicatos y a la Sociedad de Escritores como albaceas de sus derechos de autor, pero no se ha cumplido la última voluntad del poeta. ¿El Comité sueco podría extender su solicitud para estudiar no sólo el caso de la Antología Popular 1972, sino el incumplimiento de la Fundación Cantalao?
TB.- Si lo podríamos hacer. Creemos que es inexcusable que no se haya protegido el deseo testamentario de Pablo Neruda. Pensamos a firme que las instituciones nombradas, y que eran llamadas a rescatar el deseo de Pablo Neruda, hayan fracasado en la misión testamentaria del poeta.

MC.- El embajador sueco Harald Edelstam acompañó a Pablo Neruda en la Clínica Santa María y asistió al funeral del poeta, ¿recuerda las declaraciones del embajador Edelstam sobre la muerte de Neruda y los crímenes de la dictadura?
TB.- Sí, recordamos los hechos. Las últimas generaciones no tienen una visión actualizada de aquellos trágicos sucesos, sin embargo hace un par de años se hizo una película en que se relataba esta violenta historia, estas informaciones son una cuestión de generaciones; la película al informar aquella parte de la historia logró que otras generaciones se informaran de aquella época. Neruda y Edelstam fueron, a partir de la película, conocidos por las generaciones actuales. Existe ahora en Suecia una Fundación Harald Edelstam que no tiene fines de lucro.

MC.- A partir de la denuncia de Manuel Araya –el chofer de Neruda-, se inició una investigación judicial para esclarecer la muerte del poeta, ¿recibieron noticias en Suecia sobre el presunto asesinato de Pablo Neruda?, ¿qué piensa al respecto?
TB.- Sí, la noticia llegó a Suecia con bastante rapidez, lamentablemente no tuvo la cobertura periodística que debiese haber tenido, pero aún así dio lugar a un debate acerca de cómo había sido la situación en el momento del golpe de Estado. Yo no puedo determinar si Pablo Neruda fue asesinado o no, pero pensando en la brutalidad en cómo se fusilaban opositores y dada la crueldad del régimen de Pinochet no me extrañaría que lo hubiesen asesinado.

MC.- Finalmente, ¿qué haría el Comité si las investigaciones demuestran que Neruda fue asesinado por una negligencia médica o por una operación de la dictadura?
TB.- En el caso de demostrarse el asesinato exigiríamos una investigación acerca de las circunstancias en que murió y exigiríamos que los culpables sean procesados en tribunales. Es de suma importancia para el pueblo de Chile saber cómo murió su poeta nacional.

Para los Mapuche la Ley Longueira «No Tiene Validez»

Escrito por Adolfo Millabur (*)
Publicado en: http://www.diarioreddigital.cl
30 Noviembre 2012

20121201-044055.jpgPara nosotros los Mapuche la Ley de Pesca no tiene validez, no la reconoceremos mientras no nos considere nuestros derechos como Pueblos Originarios. Además haremos todo lo necesario para que se ponga en la línea correcta los derechos de los pescadores artesanales, que también fueron vulnerados. Vendrán nuevos tiempos en el litoral, y los vamos a construir nosotros, unidos.

Así, con un sabor amargo, finalizó este proceso. De antemano sabíamos la posición del Gobierno y los intereses que resguardaba: asegurar de por vida, y de la mejor manera, a los industriales. A ellos, el Gobierno representó permanentemente en el Senado. No obstante, para nosotros siempre hubo una ventana de esperanza, que se provocara una reflexión más abierta, de respeto a los Pueblos Originarios.

Durante la discusión de la Ley de Pesca en el Senado fuimos testigos de la presencia de dos fuerzas antagónicas. Por un lado, una oposición disminuida, representanda por los senadores Tuma, Navarro, Muñoz, Gómez, Lagos, Quintana, Girardi y Rincón, frente a una nueva alianza que se conformó en pro de esta ley, entre la Democracia Cristiana y los partidos de Gobierno. Por una parte, unos que aspiraban a que los recursos hidrobiológicos, en este caso los pelágicos, se aseguraran como patrimonio de todos los chilenos y, en el otro extremo, los que planteaban la intención de privatizarlos y entregarlos de por vida a los industriales, la opción que finalmente el Gobierno impuso.

Al medio de este debate aparecían los Pueblos Originarios, como una especie de “piedra en el zapato”, tema que intermitentemente fue ocupando espacios de más o menos visibilidad, aunque era evidente la idea del bloque más fuerte, de alejarnos de la discusión.

Permanecimos estoicamente presentes durante toda esta discusión, para ser testigos que Chile, a través de su Parlamento, desconoció, atropelló, el derecho básico de un pueblo que es asegurar su alimentación. Porque los lafkenche hemos vivido siempre del mar. Nuestro alimento está en función del mar, y aquí, esta ley lo excluye y le prohíbe hacer uso de estos recursos para alimentarse y desarrollarse.

Además está el incumplimiento del Convenio 169 (OIT), en muchos puntos del artículado, pero principalmente en lo que se refiere al deber de consulta a los Pueblos Originarios y a la garantía de derechos para el uso de recursos naturales que históricamente hemos ocupado para vivir y desarrollarnos. Pero aquí primó el privilegiar a los aliados económicos y políticos que tiene el Gobierno, más que respetar y reconocer los derechos que poseen los Pueblos Originarios.

Esto es un evidente doble discurso, entre lo que se dice públicamente cuando hay situaciones de conflicto en la zona sur de Chile, en que se habla de potenciar el desarrollo de los Pueblos Originarios, pero a la vez se les pone llave al acceso de los recursos naturales que les son propios por cultura e historia.

Este Gobierno tiene muy claro que, mientras dirige el país, debe asegurar al máximo a los empresarios, a los grandes industriales. Y para la televisión, para los discursos del oído fácil, pregonan que es su preocupación el desarrollo productivo de los Pueblos Originarios. Esto es falso, así lo hemos comprobado de manera presencial, ellos preferirían que no existiéramos. Nosotros somos un problema, una dificultad para sus aspiraciones extractivistas, en que los recursos naturales son un trofeo de guerra más que un elemento vital para la sobrevida de la población, la alimentación de la humanidad.

El íntimo deseo del Gobierno y de sus aliados es que desaparezcamos, esta Ley niega el derecho a la vida a los Pueblos Originarios. Los mapuche lafkenche vamos a demostrar que somos capaces de superar esta dificultad, como ya lo hemos hecho con todas las barreras que se nos han puesto en la historia de Chile.

Que nos hagan leyes represivas, que nos quitan el derecho, no significa que nosostros no vamos a ejercerlos. Porque una cosa es lo legal y, otra, es lo legítimo. Nuestro único horizonte va a ser siempre, como cualquier mapuche consciente, luchar por lo legítimo, aunque hayan leyes que tengamos que vulnerar. Nosotros no somos responsables de infringir leyes que son enajenantes de nuestros derechos. Violar leyes como ésta será un orgullo y dignidad, porque está hecha sobre cimientos de atropellos de derechos.

Para salir al mar, a la pesca o a la recolección, siempre está presente para nosotros las condiciones del tiempo. Y ya habrá nuevos tiempos, y vientos más favorables. Sabremos identificar aliados, como la sociedad civil organizada, que también está avizorando nuevos tiempos. Eso nos debe animar porque probablemente tendremos que por la fuerza, por la necesidad de la sobrevida, vulnerar la Ley de Pesca.

Para nosotros la Ley de Pesca no tiene validez, no la reconoceremos mientras no nos considere nuestros derechos como Pueblos Originarios. Además haremos todo lo necesario para que se ponga en la línea correcta los derechos de los pescadores artesanales, que también fueron vulnerados. Vendrán nuevos tiempos en el litoral, y los vamos a construir nosotros, unidos.

En lo inmediato, el camino que sigue será recurrir al Tribunal Constitucional, porque aquí se han pasado a llevar los derechos colectivos de los Pueblos Originarios y se hipoteca la seguridad y soberanía alimentaría del pueblo chileno. La Constitución política que hoy rige a este país, es herencia de la Dictadura, y durante el debate de la Ley de Pesca siempre se recurrió a ella, en relación a que se debía respetar lo que establecía, y sobre todo, el respeto a la propiedad privada. No así la propiedad colectiva de los pueblos, esa no fue considerada.

Esperamos que el tribunal dé razón y reconozca la vulneración de los derechos de los Pueblos Originarios, lo que significará que esta ley seguirá el destino que el tribunal establezca. Eso se lo advertimos al Gobierno y al Parlamento, desde que comenzó a discutirse esta ley. No escucharon. Ahí verán cómo resuelven. El problema se lo han creado ellos mismos.

(*) Presidente Identidad Territorial Lafkenche